Miradas
El restaurante estaba lleno. Era un local sencillo pero elegante, de paredes blancas apenas decoradas con media docena de acuarelas abstractas. El suelo era de madera y crujía a cada paso de camareros y clientes.
A veces escribo cuentos. Quizá algún día me da por escribir algo más largo. Espero que te gusten.
El restaurante estaba lleno. Era un local sencillo pero elegante, de paredes blancas apenas decoradas con media docena de acuarelas abstractas. El suelo era de madera y crujía a cada paso de camareros y clientes.
El primer sueño especial fue hace tres meses. César tuvo un sueño lúcido, de esos en los que uno es consciente de estar soñando, y permiten realizar en ellos cualquier cosa que se desee. En
Ya han pasado dos meses desde mi último ataque de pánico. He conseguido rehacerme después de muchos días llorando en casa y lamiendo mis heridas, y ahora parece que me vuelven las fuerzas al fin.
Cuando los vi sentí aprensión. Estaban sucios, vestían unas ropas estrafalarias y raídas, y sus cuerpos, apenas huesos recubiertos de piel, estaban llenos de heridas y ronchas. Lo que antes debió ser una pareja atractiva,
María Graciela se jactaba de ser una persona muy consecuente, por eso, después de haberle repetido a su hija en numerosas ocasiones que ella de mayor podría ser lo que quisiera, y ante la tajante
Sólo debes asentir con la cabeza. No hace falta que firmes ningún papel, ni siquiera que digas nada o nos estrechemos la mano. Así no habrá constancia de nuestro trato. Nadie descubrirá que aceptaste. Mueve
Recuerdo bien cuando mi padre me habló por primera vez de la batalla de las Termópilas. En el paso de las Termópilas un puñado de guerreros espartanos se enfrentaron a un ejército cuarenta veces superior.
Mi tío estaba loco. Esa era la única explicación que me dieron cuando me prohibieron volver a verle. Yo tenía seis años, él treinta y tres. Hace cuarenta años de aquello. Mientras dirijo el coche
Ese caballero aseguró que probablemente me estaba dando la mejor noticia de mi vida. Una sonrisa idiota surcaba su cara mientras insistía en mi buena fortuna. Después de sesudas reflexiones, el departamento de recursos humanos